sábado, 29 de diciembre de 2018

A STAR IS BORN: "Ascenso y descenso"


Nunca he sido una gran defensora de los musicales (con algunas excepciones, claro está), pero igualmente reconozco que hacer un drama musical que funcione, es uno de los mayores retos para cualquier director. Intercalar un hilo argumental con momentos musicales sin perder la atención o tensión del espectador es un desafío que, Bradley Cooper ha superado con nota. El remake de "A Star is Born" emociona, remueve y se disfruta, no se puede desear más para este drama musical adaptado a nuestra época con varios guiños a los años 80. 

Jackson Maine (Bradley Cooper), una estrella de la música, decide alargar la noche de concierto tomándose unas copas en el bar donde Allie (Lady Gaga) actúa. Queda tan fascinado con esta joven cantante y compositora que le ofrece actuar con él en su próximo concierto. A partir de ahí, la carrera de Allie despega rápidamente, mientras que la de Jackson se hunde a consecuencia de sus adicciones.

"Ha nacido una estrella" tiene un comienzo espectacular, ambos actores transmiten a la perfección la química y el encanto del comienzo de su relación y las primeras actuaciones juntos. Una puesta en escena deslumbrante hace que ningún espectador puede quedar impasible mientras Cooper y Gaga interpretan "Shallow" sobre el escenario, como si de una droga se tratara, pedimos más. 

A partir de ahí, somos testigos de los primeros logros de Allie por llegar al estrellato, su lucha por conservar su estilo y personalidad, el apoyo incondicional de Jackson... pero, al mismo tiempo y sin perder un ápice de su encanto, también asistimos al descenso a los infiernos de Jackson... Es en este momento en el que Cooper descuida el equilibrio que había mantenido durante todo el film y, a mi entender en detrimento de la película, se centra en la caída de Jackson, provocando al espectador un sentimiento de desconexión con el personaje de Allie, el cual podría haber aportado mucho más en esta segunda parte del metraje. Se lo perdonamos, eso sí.

Tanto Bradley Cooper como Lady Gaga destacan de manera sobresaliente en sus papeles, convirtiendo la intimidad entre ambos y la química en el escenario, en el alma del film. Nunca habíamos visto a Gaga en esta tesitura, pero con su actuación ofrece a Allie la naturalidad necesarias para empatizar con ella, además de una potente voz que eleva a otro nivel las actuaciones de su personaje. Sin la voz de Gaga, Allie no habría sido tan especial. Por su lado Cooper, se come el escenario desde el comienzo, sin perder su presencia frente al vozarrón de Gaga en las actuaciones, al contrario. La evolución de ambos personajes durante el film, a beneficio del espectador, se vive y se palpa desde la butaca. Me fascina la manera en la que la llegada de Allie se refleja en la personalidad de Jackson, en su intento por alejarse de sus adicciones, en su manera de cantar,... "hacía tiempo que no actuabas así", le dice su hermano mientras sube al bus tras un concierto en la compañía de Allie. 

En definitiva, Cooper nos regala una de las mejores películas del año (y algunos de los mejores momentos musicales de la historia), un remake adaptado a nuestro tiempo, que logra calar en el espectador, gracias a una gran puesta en escena, a la frescura de una debutante Gaga y a una trágica historia de amor contada con cercanía y en un contexto musical inigualable. A este paso, voy a tener que replantearme el tema de los musicales... Atentos de ahora en adelante a la trayectoria de Cooper tras la cámara, promete.




Pilar M. Cuenca