domingo, 31 de mayo de 2020

CONFINAMIENTO DE CLÁSICOS (Parte 1)



Como apasionada del Séptimo Arte, siempre he tenido una espinita clavada o un remordimiento de conciencia que, por motivos varios, no había podido enmendar hasta que comenzamos este obligatorio confinamiento en casa. Por el título de esta entrada imagino que sabéis por donde van los tiros. Si, me he dado a los clásicos y, por consiguiente, he empujado a mi pareja también a ello. Y he de decir, que me ha sorprendido cómo ambos hemos disfrutado sobremanera de títulos con más de setenta años encima. Si por algo destacan los títulos que a continuación repaso es porque, a pesar de los años transcurridos desde su estreno, todo el film se rodea de un aura dorada que es imposible que no te encandile por completo.  En esta primera entrada os daré mis impresiones sobre Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953), Sabrina (Billy Wilder, 1954), Casablanca (Michael Curtiz, 1942) y El Apartamento (Billy Wilder, 1960).



VACACIONES EN ROMA (1953)




La ciudad de Roma se ve revolucionada por la visita de la princesa Ana (Audrey Hepburn), una dulce e inocente joven que vive atrapada en un mundo de normas y protocolos. Aprovechando la noche, decide escapar para conocer la ciudad, un periplo un tanto peligroso que le lleva a conocer a Joe (Gregory Peck), un avispado periodista norteamericano que cree haber encontrado su oportunidad para conseguir la noticia del año.

Aunque la historia es sencilla y tenemos cierta sensación de déjà vu con otras películas posteriores, ninguna de ellas está envuelta con tanta delicadeza y ternura. La inocencia y espontaneidad del personaje de Audrey Hepburn encandila al espectador desde un comienzo, tan finamente perfilado de principio a fin. Los toques de humor, tan importantes en las películas de cine clásico de las que os hablo en esta entrada, aportan frescura y encanto al guión, restando relevancia al romance de los protagonistas, y dando momentos destacables a los actores secundarios como a Eddie Albert (el compañero fotógrafo de Joe) que se agradecen y disfrutan. Me gustaría resaltar que se trata de un humor nada forzado, limpio, por así decirlo, que muchas veces se echa en falta en las comedias actuales donde se fuerzan en demasía ciertas situaciones para sacar una sonrisa al espectador. La sonrisa durante el visionado de "Vacaciones en Roma" surge sola y se mantiene durante todo el film, os lo puedo asegurar. Si he de quedarme con alguna escena en particular, resaltaría el final, un broche excepcional donde ambos protagonistas, con apenas un par de miradas y un apretón de manos, nos dicen tanto y de una forma tan sutil... aunque no fuera el final feliz que esperáramos.



SABRINA (1954)




Sabrina (Audrey Hepburn), hija del chófer de los poderosos Larrabee, se entretiene desde lo alto de un árbol viendo las ostentosas fiestas nocturnas que éstos celebran en su jardín. La mirada de Sabrina se desvía continuamente hacia David (William Holden), el hijo menor de los Larrabee, un conquistador que apenas se da cuenta de la existencia de la joven. En vista de alejar a su hija de su obsesión por David, el padre de Sabrina decide enviarla a París, de donde volverá convertida en una elegante mujer que dará un giro no sólo a la vida de David sino también a la de su estricto hermano mayor, Linus (Humphrey Bogart).

El mayor problema de ver la versión de Billy Wilder con posterioridad a la televisiva "Sabrina y sus amores" (Sydney Pollack, 1995) con rostros tan conocidos como Harrison Ford, Julia Ormond o Greg Kinnear es que es inevitable comparar ambos metrajes. En relación a los protagonistas, he de reconocer que en ningún momento llegué a conectar emocionalmente con el personaje de Linus interpretado por Humphrey Bogart en la versión de 1954; es cierto que Hepburn vuelve a eclipsar la escena y le da su toque especial a Sabrina, sin embargo, cuando Bogart y Hepburn comparten escena, no hay chispa entre los personajes, no ves esa evolución en los sentimientos del hermético Linus y, por tanto, no te atrapa su relación de la misma manera que si lo hizo el binomio Peck-Hepburn o, Ford y Ormond en el remake de Pollack. En favor de la versión original de Wilder, decir que el humor lo maneja magistralmente, realmente diría que funciona mejor como comedia que como comedia romántica; escenas como en la que se clava las copas David en el trasero o la reunión final en el despacho de Linus, se construyen con esmero, sin prisa y acaparando la atención del espectador, hasta el clímax final. Más adelante comentaré otro film de Wilder donde nuevamente demuestra ser un genio en el terreno de la comedia.



CASABLANCA (1942)



En plena Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Casablanca es lugar de paso para desesperados que buscan, a través de la supuesta neutralidad del protectorado francés, escapar a toda costa del nazismo. En medio de ese ambiente, el tiempo parece no transcurrir en el "Rick's Cafe", cuyo propietario (Humphrey Bogart), presume de no casarse con nadie y vivir ajeno a todo lo que ocurre fuera de su Café. Cuando el fugitivo checo Victor Laszlo (Paul Henreid) y su acompañante (Indrid Bergman) reclamen su ayuda, el pasado llamará a su puerta para recordarle quién fue antes de llegar a Casablanca.

Si aún no has podido ver esta épica película del cine clásico, te recomendaría (para que la disfrutes tanto como nosotros lo hicimos) que te hicieras a la idea de que la manera de hacer cine de aquellos años es muy distinta a la actual. Los clásicos como "Casablanca" se recrean en cada escena, es decir, que el ritmo de las secuencias, de los acontecimientos es mucho más lento, pausado y se estira mucho más que en el cine que estamos acostumbrados a ver en la actualidad. No importa tanto lo que sucede en la escena en sí, de hecho a lo mejor no sucede nada significativo para la historia, importa más cómo el espectador se empapa del clima que se respira en el Rick's Café, la tensión que se palpa en el ambiente,... De esto nos dimos cuenta hace unos años viendo "Chinatown" (Roman Polanski, 1974), un gran film del que os hablaré en otro momento. Una vez asimilado este principio elemental, os invito sin excepción a que veais a un Humphrey Bogart que nada tiene que ver con el personaje insípido que os he comentado en Sabrina, es un escándalo el modo en el que "Casablanca" absorbe de Bogart toda su esencia y se convierte en su propio escaparate para que luzca ese porte teatral y apático que tan bien le sienta al actor. Curtiz, aparte de haber elegido al perfecto protagonista para encabezar el film, juega muy bien sus cartas y sólo nos muestra lo que quiere compartir con el público, el resto se lo guarda de manera magistral, como buen drama no conseguimos descifrar al protagonista hasta el final del film, ¿hará lo correcto o actuará por su propio bien? No quiero plasmar aquí mucho más acerca de Casablanca, es mejor que la veais y os impregnéis de este drama romántico que tan delicadamente nos hace volver a creer en las personas.



EL APARTAMENTO (1960)





C. C. Baxter (Jack Lemmon) es un simple empleado de una compañía de seguros que, para ganarse un ascenso, decide ceder a sus superiores su pequeño apartamento como casa de citas. Mientras ve recompensado "su esfuerzo" se enamora de una guapa ascensorista (Shirley MacLaine) que, para su desgracia, tiene la cabeza y el corazón en uno de los superiores de Baxter que hacen uso de su apartamento (Fred MacMurray).

Aunque el argumento del film de Wilder te pueda parecer inverosímil, piensa en las miles de comedias que tienen sinopsis mucho más rebuscadas... Quizás ha sido la comedia que menos nos ha gustado de las tres pero, a mi parecer, la mezcla de comedia y drama en esta película nos ha despistado en ocasiones durante los 125 minutos que dura el largometraje. El punto de humor, tal y como sucedía en "Sabrina", es fantástico, apabullante, sobretodo acusado por los magníficos diálogos entre MacLaine y Lemmon, ambos tan ingenuos y "buena gente", como diríamos a día de hoy. Conforme nos deslizamos por los acontecimientos que van desencadenándose y que tienen como centro al solitario Baxter, pasamos por todos los estados posibles: diversión, tristeza, rabia, nostalgia y alegría; vivimos en primera persona como nuestro protagonista se va dando cuenta de lo importante que es estar orgulloso de sí mismo y como el personaje de la señorita Kubelik atraviesa sus propias fases hasta encontrarse al final del metraje ambos personajes en un mismo tiempo y espacio, con solo una baraja de cartas por repartir. De las cuatro películas revisadas en esta entrada es, sin duda, la más compleja emocionalmente hablando, te deja un sabor agridulce en la boca pero, como buena comedia, se lleva mejor gracias a sus inteligentes toques de humor.





Pilar M. Cuenca


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