Tras la muerte de su mujer, un novelista (Crowe) que ha ganado el premio Pulitzer con su última obra, tiene que hacerse cargo de la educación de su hija de cinco años, mientras trata de afrontar una grave enfermedad. Todo en su argumento oficial avisa que estamos ante un film duro, difícil de digerir si sólo te quedas en la superficie y no ahondas en la maraña de sentimientos que se acumulan en una adulta Katie (Seyfried). La sensación de abandono que empieza a experimentar Katie desde la pérdida de su madre, degenera en una persona incapaz de ser feliz, de ilusionarse o amar. A través de una serie de flashbacks, podemos comprobar ese efecto "castillo de naipes", intercalando escenas del pasado junto a su padre con momentos del presente, convertida en una joven universitaria, solitaria y desubicada.
Quizás Amanda Seyfried no sea mi primera elección a la hora de protagonizar una película, pero hay que reconocer que su expresividad ayuda en gran medida a sumergirnos en los sentimientos de esta amargada, vacía y auto destructiva Katie. Por otro lado, Russell Crowe, al que no termino de ver en este tipo de papeles, por mucho que se esfuerce en no encasillarse en ningún género concreto. Mención a parte es el personaje que interpreta la actriz Diane Kruger, la tía de la niña que intenta adoptar a su sobrina. Absurdo, bochornoso y le resta seriedad al resto de la historia, todo hay que decirlo. Por lo tanto, un reparto estrella que, a parte de Seyfried, no creo que ninguno esté cómodo en sus respectivos papeles.
Después de todo esto, os preguntaréis: ¿por qué ver "De padre a hijas"? Aunque no se pueda comparar a la maravillosa "En busca de la felicidad", creo que Muccino nos ofrece un poquito de aquella magia en este largometraje; mostrándonos el viaje de la adulta Katie, en pos de llenar todas las lagunas de su compleja vida.
Pilar M. Cuenca
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